miércoles, 9 de septiembre de 2015

EL TERCER JARDÍN

El tercer jardín es el huerto inmediato, es metro y minuto 0, el centro del mundo. El que planta un huerto nunca desea estar en ningún otro lado porque ya ha llegado. Volvemos a citar a Fukuoka que decía en su “Revolución de una brizna de paja”: “Hay justamente 0.1 Ha de tierra arable por cada persona en Japón. Si a cada individuo se le diese 0.l Ha., esto es 0.5 Ha para una familia de cinco personas, esta superficie sería más que suficiente para mantener una familia durante todo el año. Si se practicase la agricultura natural, un agricultor tendría también tiempo más que suficiente para el descanso y actividades sociales dentro de la comunidad de la aldea. Yo creo que éste es el camino más directo para hacer de este país una tierra feliz”. Efectivamente si un país superpoblado como Japón puede lograrlo, Europa tiene en este aspecto muchas más posibilidades. Un par de plantas de calabacín dan suficientes calabacines para todo el verano y una horticultura arborescente, que aprovecha el espacio plantando árboles y cultivando trepadoras como las judías verdes, ocupa muy poco espacio y logra rendimientos asombrosos. En realidad el cultivo de lo cercano y lo inmediato nos permite vivir con coherencia y dignidad. Nuestra civilización se ha permitido el lujo de asfaltar y pavimentar los mejores campos de cultivo y abandonar el mundo rural, los montes y los paisajes de los que vivían nuestros abuelos. Pero esto es un espejismo del todo insostenible. Podemos durante un tiempo y gracias al petróleo, explotar la Tierra en países lejanos y traer productos exóticos a bajos precios. Sin embargo el colapso de este sistema es seguro y cuando descubramos como han hecho otras civilizaciones, que los recursos se han agotado, encontraremos de nuevo la verdadera riqueza que está en la tierra. En esa pequeña capa de humus que el bosque, el jardín y el huerto atesoran. Esta Ttierra viva es la que nos da de comer, a ti y a mí, al paisano y al ciudadano. En este espacio que es una delgadísima piel del planeta, debería medirse la prima de riesgo y la sostenibilidad y riqueza de un país. Cuando empezamos a comprender este concepto tan solo queda vivirlo. En este jardín arborescente uno se siente vivo y despierto y rico en frutos y verduras que crecen casi solas. Estos últimos años, estamos aprendiendo que al borde del Cantábrico incluso podemos cultivar caiguas y aguacates y descubrir otras mil plantas de aroma y perfume, de condimento y alimento, útiles y ornamentales… que no solo de pan vive el humano.

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